Apuntes de la última elección en Perú

​No ha sido fácil vencer la agrupación más derechista y conservadora en el Perú, todo indicaba hace dos meses que Keiko Fujimori iba a ocupar el Palacio de Gobierno y su entorno poblado de vínculos con el narcotráfico y adoradores de una de las décadas más nefasta que hemos vivido serían los nuevos ministros. Estábamos a punto de devolverle nuestras instituciones, débiles y precarias pero nuestras al fin, a un clan que normalizó la corrupción y la falta de principios.

Keiko Fujimori, hija y primera dama de Alberto Fujimori que implementó una de las dictaduras más corruptas en la historia republicana de nuestro país, reivindicadora, además, de las políticas de este gobierno autoritario, por segunda vez perdió las elecciones.

Sin embargo, a comparación de la elección pasada en el 2011 donde quedó atrás por varios puntos, esta vez la diferencia que dio como presidente electo a Pedro Pablo Kuczynski (PPK) fue ínfima. Según el reporte de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) al 100% el fujimorismo ha perdido por 42,597 votos, apenas 0.24% de diferencia. Obviamente, este resultado apretado no hace menos la victoria, ni le quita heroísmo a la gesta de las últimas semanas antes de la segunda vuelta en las que decenas de miles de ciudadanos se movilizaron en todo el país y en las ciudades del extranjero en donde viven peruanos coreando a viva voz Dictadura Nunca Más.

La segunda vuelta y el rechazo multisectorial al fujimorismo hizo una articulación amplia que logró sostener una campaña permanente de pedagogía de la década fujimorista. Por otro lado, la mayoría de los candidatos que habían tentado la presidencia en la primera vuelta llamaron por PPK como única opción para derrotar a la candidata fujimorista. En ese sentido, el llamado de la candidata que nucleó las fuerzas progresistas y de izquierda, quedando tercera en la primera vuelta, Verónika Mendoza aportó al resultado óptimo de impedir que Keiko Fujimori sea electa.

Pero, el resultado tan ajustado nos arroja la realidad de un electorado casi mayoritario que no cuestiona su voto por variables que debieran ser motivo de rechazo y de indignación. Es decir a un 49.87% de la población peruana no le parece que los vínculos bastante evidentes y difundidos con el tráfico ilícito de drogas de personajes muy cercanos a la candidata fujimorista sean razón para no darle su voto. Tampoco lo es que hasta hoy esta misma candidata no pueda explicar honesta y transparentemente de dónde sacó la cantidad de dinero gastado en su educación, que excede el millón de dólares. Menos aún es motivo de no elegirla, que Keiko Fujimori sea la continuidad histórica de un gobierno dictatorial, absolutamente autoritario, y que en esa línea siga llamando “errores” a los delitos de su padre preso por varias condenas.

La democracia peruana como valor o forma de vida, se presenta insuficiente, inútil, poco añorable para el electorado peruano. Pero, entonces ¿qué es lo crucial para que la gente decida su voto? Yo creo que devolverle la posibilidad de hacer la vida menos dura, esto puede ser una carretera, un colegio público, el agua y desagüe esperado por décadas; eso que cierta intelectualidad de izquierda llama populismo. Devolverles la política como un servicio que les eleva la calidad de vida. Eso en nuestro sistema merece un discurso de grandes cambios como el que tenía Humala en el 2006 o 2011, como el que llevó a Verónika a ser la tercera fuerza, como el que intenta el fujimorismo desde su lógica derechista más recalcitrante.

 

Necesitamos recuperar la mayoría política y electoral que tuvimos en el 2011, los principios y autoridad moral la tenemos, falta lograr empatizar con las necesidades más concretas e injustificadamente insatisfechas de la población. No podemos volver a tener una segunda vuelta entre dos representantes del modelo económico y vernos nuevamente obligados a votar por el menos impresentable. Es imprescindible ser opción de gobierno en el 2021. Es imprescindible ganar.

Lucía Alvites
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